Comportarse como un gañán y ser del PSOE no es un timbre de gloria, pero me parece insuficiente para que te pidan dos años y medio de cárcel.
No se si saben que Luis Rubiales es hijo de un pilar del socialismo andaluz, que ejerció ocho años como alcalde de Motril y terminó procesado por la estafa de los EREs.
Y que durante mucho tiempo, hasta el ‘affaire’ del beso, el calvo sirvió al régimen sanchista en el mundillo del fútbol, como contrapeso al presidente de la Liga Javier Tebas, etiquetado de ‘derechista’.
De aquella época no tan lejana ha quedado en la hemeroteca un intercambio mensajes de apoyo mutuo entre Rubiales y el marido de Begoña, en los que el primero se refiere al segundo como ‘compañero’: "Pedro, ya sabes de mi admiración por ti”.
Recuerdo estos chuscos detalles, para que nadie se llame a engaño, porque resulta que los mismos que miraron para otro lado cuando el progre Errejón, atufado de cocaína, metía mano a toda la que se le ponía a tiro; los mismos que pusieron a violadores y pederastas en la calle con la Ley del Si es Si, que se han callado como puertas cuando en Arabia Saudí hasta el moro Muza se dedicó a toquetear a las aterorizadas mujeres de los futbolistas del Mallorca y que han hecho el Don Tancredo cuando la policía detuvo hace unos días a un estrecho colaborador de Yolanda Díaz por abusos a una menor, exigen histéricos que Rubiales sea crucificado.
Que como culminación del año y medio de calvario que lleva el paisano, tras el ‘pico’ a Jenni Hermoso en la ceremonia de entrega premios tras la victoria de España en la final del Mundial Femenino de Sídney, el 20 de agosto de 2023, se le aplique un castigo ‘ejemplarizante’ y se le mande al trullo.
Aportadas las pruebas de que el calvo besucón no es uno de los nuestros, sino uno de los suyos, llega el momento de sentar cátedra y proclamar a los cuatro vientos que todo esto es una mamonada antológica, una jilipollez sideral.
Un desproporcionado montaje que no tiene ni pies ni cabeza.
No voy a repetir aquí, como atenuante de Rubiales, que un triunfo deportivo de magnitud planetaria suele provocar enajenaciones colectivas, entusiasmos arrasadores y explosiones de afecto inauditas.
En esas circunstancias no salva del ósculo ni el utillero.
El beso a Jenni es una chuminada, una simple anécdota y me da igual lo que diga la prensa, pontifique la fiscal o sentencie el juez.
Miren los vídeos, observen quién sujeta a quién y cómo, repasen en redes el jolgorio con el que comentaban el asunto las jugadoras en el autobús y si analizan la secuencia de los hechos concluirán que no hubo ni abuso, ni leches.
Jenny comenzó a descubrir que le habían dado un beso impropio no cuando la agarró Rubiales por las orejas, como repite como un mantra en el juicio, sino cuando LaSexta, Cadena SER, El País, y la ‘Brunete Pedrete’ -obedeciendo órdenes de los alto- decidieron que así fuera, tesis a la que se sumaron sumisos La Razón, ABC, El Mundo y resto de prensa derechista y pichafloja.