Los 117 países firmantes de la Convención de las Naciones Unidas para la Prohibición de Armas Inhumanas iniciaron la primera discusión sobre el impacto de un nuevo tipo de armas de la robótica militar.
La premio nobel de la Paz Jody Williams se plantea la necesidad de control de patentes y desarrollos que suelen mantenerse en secreto: “Si se permitiera a la robótica desarrollar plenamente y de forma autónoma, robots asesinos, como me gusta llamarlos, podrían ser programados para en total libertad tomar las decisiones sobre cuándo, dónde, a quién y cómo atacar”.
Para Noel Sharkey, profesor de Inteligencia Artificial y Robótica de la Universidad de Sheffield “no hay nada ni en inteligencia artificial ni en robótica que permita discriminar entre un combatiente y un civil. Sería imposible explicarle al robot la diferencia entre una niña que le apunta con un helado o alguien que le encañona con un rifle.”
Los principios de la robótica enunciados por el novelista Isaac Asimov en los que un robot nunca dañaría a un ser humano están más que lejos. Las máquinas objeto de debate está fabricadas no solo para recoger información, como algunos drones, sino para matar.
Los militares las llaman “armas completamente autónomas”. No están reguladas. Los principales fabricantes de robótica militar son Estados Unidos y China.
Organizaciones defensoras de los derechos humanos consideran que el uso no regulado a nivel internacional de esta tecnología es un amenaza directa para los derechos fundamentales.